sábado, 26 de marzo de 2022

Qué nos hace "humanos"?...

Hay muchas películas sobre la presencia de robots con inteligencia artificial que terminan conquistando a la humanidad. Hoy en día se avanza mucho más en este campo de la tecnología, máquinas que procesan datos y la información que reciben de su entorno cada vez mejor y es cuestión de tiempo para que hayan "robots" en cada vez más hogares.

Aunque muchas de las más famosas películas exponen futuros apocalípticos y la conquista irremediable de los humanos por las máquinas, hay una que me encanta por su planteamiento más bien esperanzador y humanista. Me refiero a la película de 1999 "El hombre bicentenario", protagonizada por el ya fallecido Robin Williams.

La película es basada en el libro "The Bicentennial Man", de uno de mis escritores favoritos, Isaac Asimov, que también escribió por ejemplo "Yo, Robot", también con una visión "esperanzadora" del avance de la tecnología y la inteligencia artificial.

En la historia, la humanidad ha llegado a un avance tal que en los hogares ya puede existir un robot capaz de realizar las tareas de atención, mantenimiento y limpieza. Así, una familia obtiene uno de estos robots. Por ser elaborado de piezas mecánicas, de cada vez mejor calidad, es una máquina que "no muere", más bien es continuamente "actualizado" logrando existir muchos años, más de 200.

Por esto, mientras la familia de sus dueños va creciendo, envejeciendo y muriendo, este robot se mantiene activo por varias generaciones, logrando mantenerse en contacto con la descendencia de la familia que lo "compró". Durante su "existencia", su software va desarrollándose de tal manera que comienza a entenderse a sí mismo como "un ser", no como "una cosa", y en su interacción con su dueño original, y luego con la descendencia de su familia dueña, va construyendo una identidad más propia de un ser vivo que de una máquina.

Al pasar los dos siglos, este robot solicita ser reconocido como "un ser", y el asunto llega a la máxima institución que gobierna esa sociedad. Este robot había llegado a reformarse con el objetivo de llegar a morir, y así fallecer junto a la mujer que llegó a amar y que llegó a amarlo. Su deseo era manifestar incluso esa condición humana: poder morir.

La historia hace reflexionar de manera extraordinaria sobre qué es lo que nos hace humanos, qué característica nos hace ser individuos, ser reconocidos como personas con todos los derechos y obligaciones que eso involucra... un ser vivo y "pensante".

El hecho de ser un organismo biológicamente "vivo", no es suficiente para ser llamados "humanos". Pensar, tener conciencia... Hoy en día hay máquinas que procesan información con la capacidad de ir construyendo juicios de valor sobre lo más conveniente a responder y cómo proceder, incluso cómo proteger y garantizar el bienestar de los humanos. Por otro lado, vemos individuos capaces de realizar acciones salvajes que podemos identificar como "inhumanas", por carecer de toda muestra de aceptación de sus congéneres y por diferencias de género, culturales, religiosas, ideológicas o políticas, destruyen, eliminan seres humanos con tal grado de maldad que sus acciones las calificamos de "animales", por parecer carentes del raciocinio de un ser humano.

"El hombre bicentenario" fue "construido" para ser servil, fiel, cuidar y proteger a su familia "dueña". Los humanos tenemos el potencial para forjar individuos capaces de actuar con la profunda conciencia de producir bienestar a su entorno, lo que la filosofía budista de la Soka Gakkai denomina como crear valor. Todo el que desee manifestar su más esencial característica humana, debe profundizar en este aspecto. Sólo cuando podemos transmitir esta premisa humana, podemos ser reconocidos como un ser humano pleno.

Todos nos desarrollamos en entornos distintos, nuestros padres fueron distintos, nuestros maestros, amigos de infancia, amigos en la adolescencia, en la adultez. Todos los individuos que integran nuestro círculo vital contribuyen a formar nuestras ideas y valores. Leemos, vemos, escuchamos, hoy tenemos redes sociales, y todo eso influye en la construcción de nuestros valores y forman nuestros criterios. Cuando contamos con una base sólida de una filosofía de vida que nos inspira a expandir nuestro potencial humanista, no importa lo que recibimos del entorno, somos capaces de procesar, filtrar y grabar en nuestra vida todo lo que genere crecimiento y desarrollo de nuestro humanismo. Por eso es tan importante la elección de la filosofía de vida más apropiada, de la religión más acertada para la manifestación de nuestro máximo potencial humano.

Inclusive si hemos vivido grandes desgracias, situaciones de mucha violencia y abuso, conflictos familiares o sociales, somos capaces de trascender cualquier trauma y no vivir estancados en el resentimiento, odio o deseo de venganza, y más bien vivir con esperanza, determinación y la reflexión necesaria para transformar la raíz de todo sufrimiento que nos haya tocado vivir, para por el contrario manifestar la plenitud propia de la condición máxima inherente a nuestra vida, la Budeidad que se manifiesta con la entonación de cada Nam Miojo Rengue Kio.

Manifestar el humanismo no sale siempre natural, hay que hacer un esfuerzo para manifestar nuestra parte humana. Vivir con la consciencia de ser humano requiere de mucha convicción y fortaleza, para eso realizamos daimoku, para mantener siempre activa nuestra determinación a actuar con el humanismo que requiere nuestra vida cotidiana. A veces nos saldrá "más natural" el deseo de atacar, destruir y causar daño a otro ser humano. Con "justificación" o no. Más allá de lo único de cada situación, nuestra determinación debe basarse en el firme compromiso de generar humanismo, actuar con la convicción de que la Ley de Causa y Efecto es imparcial y irrestricta en su manifestación, por lo que el resultado de toda acción traerá las consecuencias justas y apropiadas para todo.

Lo que nos hace más humanos es nuestra capacidad de pensar y actuar por y para el bienestar común. El egoísmo, innato y parte de cada uno de nosotros, existe para ser vencido por nuestra Budeidad, capaz de transmitir la grandeza de ser un individuo capaz de brindar aliento, esperanza, convicción y determinación con nuestras propia vida. Ser un humano auténtico requiere de convicción en la capacidad de transformar nuestro karma negativo, capaces de transformar el sufrimiento por felicidad verdadera, vencer nuestras tendencias al odio y la venganza por la confianza en la causalidad que implica la determinación de transformar el corazón de todos a nuestro alrededor.

Recuerdo la primera vez que leí de Daisaku Ikeda la frase gosho donde Nichiren dice que un ser humano requiere de un maestro, de lo contrario sus órganos sensoriales no serán más que los de un animal. Nichiren fue extraordinariamente estricto con esa frase. Al final, la vida demuestra que es así. Cuando somos formados y seguimos a un maestro que nos inspira a ser mejores seres humanos, nuestro cuerpo, nuestra energía vital, manifiestan todo su máximo potencial de Buda.

Vivamos con verdadero humanismo, eso nos hace eternos...

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